lunes, 27 de septiembre de 2021

Feliz cumpleaños pequeño mio

Creo que fue en febrero del año 2020. Creo que fue un martes. No sé.. Pero si recuerdo bien que era de noche. Recién llegaba de un día duro de trabajo, de esos donde gente y más gente golpea las cacerolas de sus opiniones, exigiendo recursos de amparo para sus sentencias.

Recuerdo que de la manera más pintoresca me anunciaron tu llegada, y que pensé que esos pequeños zapatos eran otro pedido errado de aquel amigo mío incursionando en compras por internet. La noticia me hincho el pecho de alegría, orgullo y ansiedad, como si estuviera en el pódium del torneo más importante de mi vida y no tuviera discurso para decir, más que reír y llorar... Desde ahí cambio todo. Tu llegada trajo consigo un vuelo de significados sobre la vida que no conocía, y colores y matices que aun me cuesta describir, como si la epistemología en un legado de voces sencillas, quisiera explicar lo que es sentarse frente al mar.

El 25 de septiembre del 2020, si es la fecha que no olvido. He incluso he pensado en tatuármela a expensas de que tu abuela (mi mama) cumpla sus amenazas con la plancha caliente. Ese día era el padre más neófito entre los expectantes, no sé si era por mi semblante, pero todos aquellos señores en la sala me miraban, y con una sonrisa de experiencia me decían “¿Es tu primer hijo verdad?”. Lleve la maleta más grande que encontré con la idea de que no faltara nada para recibirte, pero se me olvidó empacar la fuerza y la valentía con la que he enfrentado mi vida hasta este momento. Estaba muerto de miedo, y yo que siempre tengo respuesta u opinión para todo, nuevamente no sabía que hacer o que decir. El corazón se me partía cada vez que veía a tu madre sufrir por el pecado de Eva, y yo me sentía tan inservible que ni siquiera podía hacer bien lo de darle palmaditas en la espalda para mitigar el dolor...Todo fue peor cuando se los llevaron lejos de mí. El beso que me dio tu mami antes de partir al quirófano, fue como una despedida dolorosa llena de incertidumbre y muchos grises… Me sentí tan solo como nunca antes, y como en una máquina del tiempo todo se detuvo a mi alrededor hasta que empecé a escuchar mi nombre por el altavoz. Las piernas no me respondían, pero como pude cruce el pasillo y te vi por primera vez. Tus ojitos buscaban entender qué estaba pasando, y recuerdo que yo solo podía pensar que ni en mis mejores sueños te hubiera podido imaginar mejor.

Estoy inmensamente orgulloso de haber tenido la suerte de ser tu padre.

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