El 25 de septiembre del 2020, si es la fecha que no olvido. He incluso he pensado en tatuármela a expensas de que tu abuela (mi mama) cumpla sus amenazas con la plancha caliente. Ese día era el padre más neófito entre los expectantes, no sé si era por mi semblante, pero todos aquellos señores en la sala me miraban, y con una sonrisa de experiencia me decían “¿Es tu primer hijo verdad?”. Lleve la maleta más grande que encontré con la idea de que no faltara nada para recibirte, pero se me olvidó empacar la fuerza y la valentía con la que he enfrentado mi vida hasta este momento. Estaba muerto de miedo, y yo que siempre tengo respuesta u opinión para todo, nuevamente no sabía que hacer o que decir. El corazón se me partía cada vez que veía a tu madre sufrir por el pecado de Eva, y yo me sentía tan inservible que ni siquiera podía hacer bien lo de darle palmaditas en la espalda para mitigar el dolor...Todo fue peor cuando se los llevaron lejos de mí. El beso que me dio tu mami antes de partir al quirófano, fue como una despedida dolorosa llena de incertidumbre y muchos grises… Me sentí tan solo como nunca antes, y como en una máquina del tiempo todo se detuvo a mi alrededor hasta que empecé a escuchar mi nombre por el altavoz. Las piernas no me respondían, pero como pude cruce el pasillo y te vi por primera vez. Tus ojitos buscaban entender qué estaba pasando, y recuerdo que yo solo podía pensar que ni en mis mejores sueños te hubiera podido imaginar mejor.
Estoy inmensamente orgulloso de haber tenido la suerte de ser tu padre.